Hermanos rivales: ¡No lo soporto!


Por lo general, se habla de celos en los hijos mayores cuando nace un hermanito, pues sienten que su reinado se acaba y que sus padres le quitan parte de su cariño para proporcionárselo a otro. Sin embargo, durante la preadolescencia suelen resurgir este tipo de sentimientos.

El doctor Ricardo García -psiquiatra de niños y adolescentes de Clínica Las Condes y Universidad de Chile, y miembro de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y la Adolescencia- explica que esto es normal y que se produce por la inseguridad que le provoca al niño la etapa que está viviendo.

«Se compara con sus pares -amigos de colegio o hermanos- y advierte cualquier atisbo de protección y seguridad en los otros como una amenaza para sí mismo. Se resiste a las diferencias de trato respecto a sus hermanos, ya sean menores o mayores, por el sólo hecho de estar en otra etapa y tener distintos requerimientos sociales. Los más chicos tienen menos exigencias, los más grandes ya llevan un camino andado, y él está en una constante inestabilidad respecto de ellos».

De esta manera, el niño mayor, se siente presionado y lleno de obligaciones respecto a su hermano menor, y los pequeños se sienten abrumados por el peso en la jerarquía del primogénito, al que ven lleno de privilegios.

Además, existe una tendencia natural de los hijos por mantener o ganar posiciones en la escala familiar y sobre todo en el reparto del cariño de sus padres, pues en su subjetividad no comprenden que el amor por un hijo es inagotable, por lo que no necesita de medidas ni dosificaciones.

«La competencia radica en ser el ‘hijo especial’ de los padres, aunque no lo demuestren explícitamente. Los hermanos empiezan a medirse entre ellos de acuerdo a los atributos que los padres les dan, y buscan llamar la atención a como dé lugar. La idea es ser el primero, en lo que sea», señala Magdalena Rhamer, psicóloga clínica de la Universidad Católica.

La cara oculta de la rivalidad

Sin embargo, a pesar de constituir un proceso normal en el desarrollo, el cual se supera fácilmente una vez pasado el periodo de adaptación, existen algunas características familiares o de personalidad del niño que podrían intervenir de manera negativa. El doctor García explica, por ejemplo, que niños con un desarrollo emocional alterado, oposicionistas, desafiantes y egocéntricos, pueden manifestar mayor conflicto en la relación con sus hermanos. En estos casos, se requiere de un manejo profesional y de un trabajo con las familias, pues el sentimiento de rivalidad está mucho más arraigado que en el común de los casos.

Así también, las familias que atraviesan por problemas conyugales, frustraciones personales, violencia intrafamiliar, u otro tipo de situaciones dolorosas para un niño, pueden provocar riñas entre los hermanos, como una forma de desviar la atención del problema mayor, y esconder en estas reacciones su sentimiento de impotencia frente a lo que sucede.

Valorar y respetar las diferencias

Para prevenir este tipo de conflicto, es necesario que los padres establezcan claramente los valores de la familia, destacando la importancia de mantener buenas relaciones y lo valioso que es tener hermanos con quien poder compartir y apoyarse cuando las circunstancias lo ameriten. «Muchas veces son los propios padres los que, sin querer, incentivan la rivalidad entre hermanos. Por ejemplo, cuando realizan comparaciones, establecen preferencias o presentan mayor afinidad con uno u otro», advierte la psicóloga Rahmer.

Cada hijo es diferente, con distintas aptitudes, cualidades y debilidades -físicas, emocionales e intelectuales- que los padres deben descubrir y tratar de generar las instancias para que cada cual se desarrolle de acuerdo a ellas. En este sentido, el doctor García recomienda ayudar al niño a escuchar sus propios sentimientos, reforzando sus potencialidades y fortalezas, y teniendo especial cuidado con aquellos hijos que manifiestan gustos menos afines con sus padres, de tal manera que sienta compañía y apoyo en lo que le gusta, y no una brecha que lo aleja de su núcleo familiar.

Ambos especialistas coinciden en la importancia de mantener una relación abierta con cada hijo y con la familia en su totalidad. Se debe tratar de mantener la mayor neutralidad posible cuando se susciten peleas y evitar al máximo las comparaciones y mortificaciones innecesarias como «¿por qué no eres ordenada como tu hermana?». Asimismo, si se va a ‘premiar’ a alguno de los hijos, los otros deben tener claro el motivo del premio -una buena calificación o una acción solidaria- para que no piense que es sólo porque «lo prefieren a él».

Cada familia debe revisar su propio proceso de crecimiento, cómo procesa y pone límites y a su vez, cómo genera los valores que quiere transmitir, para que de esta manera se pueda fortalecer el vínculo fraterno entre los hermanos.

Fuente: http://www.padresok.com

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